Todos los que han participado alguna vez en una competición conocen, dependiendo de la experiencia, los pequeños detalles que anteceden al pistoletazo de salida, tales como el desayuno, mirar el tiempo, la forma de motivarse, el enésimo repaso del material, la salida para la zona con el típico miedo de haber olvidado una de las zapatillas, preparación de la transición, decidir el momento en el que ponerse a calentar, observar al personal y el material…etc. Normalmente este ritual se va convirtiendo enfermizo, dependiendo de lo maniático de cada uno. En mi caso, desde la hora en la que suena el despertador hasta que se da la salida es una vorágine de nervios y ganas que se transforman en calma y disfrute, y un poco más tarde en un poco de sufrimiento, una vez que el cronómetro se pone en marcha.
En
esta ocasión se trataba de mi debut en la carretera en el duatlón Villa de
Madrid, con muy poquitos kilómetros de carretera a la espalda y todavía “flipando”
por ir a más de 20 km/h sin llenarme de barro. Siendo carne del sur y a pesar
de llevar ya tiempo fuera, el umbral del frío sigue estando en los 20ºC; así
que la mañana me recibió de la manera menos agradable posible, 7ºC y con una
llovizna permanente con la única perspectiva de que empeorase. No queda más
remedio que intentar ponerle buena cara al asunto y pensar que al menos no
habría problemas de hidratación, siguiendo con la rutina pre competición y el
desayuno habitual me pongo en marcha a casa de campo (Madrid) y una vez allí
tranquilamente a preparar la transición, ya sintiendo los primeros cosquilleos.
De nuevo siempre sorprende la cantidad de euros juntos en tantísimo equipo,
pero uno ya está curado de espanto y ante el lujo lo único que siente es un
poco de envidia. Toca ponerse a calentar, o al menos intentar estar lo menos
frío posible ya que antes de salir estamos todos los participantes empapados.
Y
empieza la fiesta, consigo ponerme en un buen sitio en la salida, quizá
demasiado bien ya que inconscientemente salgo lanzado con los primeros y en el
primer kilómetro siento que las piernas no responden del todo y me puedo
desfondar. Poco a poco me voy ajustando al ritmo, teniendo como gran
incertidumbre cómo se va a desarrollar la bici, mi pequeña experiencia en el du
cross me dice que merece la pena reservar un poquito para salir lanzado en la
btt que prácticamente decide tu tiempo final. Tras los primeros 5 km y una T1
sin complicaciones comienzan mis nuevas experiencias, me responden bien las
piernas y me siento fuerte y comienzo apretar como si la fase de bicicleta
fuera a durar 1 km, rápidamente la realidad llega y me pego al primer grupo que
me encuentro. Tras una breve bajada comienza una subida de 4 km, la única que
tiene el circuito de 3 vueltas, y sin verlas venir el grupo empieza a apretar.
Irremediablemente las piernas empiezan a sentir ese escozor tan particular y
veo que la rueda de delante se aleja poco a poco, es el momento de apretar los
dientes y empezar a “disfrutar” las nuevas sensaciones. Tras el periodo típico
de cuestionarse mentalmente el por qué estoy yo en Madrid, con ese fresquito y
los cuádriceps gritándome, termino la primera de las 3 vueltas. Consigo
entonces engancharme a un grupo en el que creí que me podía ajustar más, ya voy
más mentalizado para la cuesta que viene y esta vez, no con menos esfuerzo,
consigo que no se me escapen al menos en la subida, porque al momento de bajar
la inexperiencia me llevó a pensar que las bajadas eran para descansar,
reacciono tarde y me veo otra vez en la “soledad”. De nuevo engancho otro grupo
y a la tercera va la vencida, subida apretando y bajada apretando aún más. Debo
decir para todos aquellos que no han probado la carretera, la sensación de ir a
50 sobre un cacharro de esos es magnífica.
Y llegó el momento de bajar de la
bici, desde que pongo el primer pie en tierra me doy cuenta que quizá haya
perdido los dedos, así que como buenamente se puede consigo quitarme el casco y
ponerme las zapatillas y me lanzo a los 2,5 que tengo por delante. Salgo
bastante motivado porque veo que tengo un grupo numeroso al que darle caza, así
que con una técnica de carrera que deja bastante que desear consigo pillar a
unos poquitos y llega el momento de cruzar la meta, sprint final por si queda
alguna fibra escaqueada y a sentirse orgulloso.
En conclusión, una buena experiencia que anima a seguir entrenando duro y a seguir disfrutando de nuestro deporte. A destacar el trato del personal, debió ser que mi imagen sobre la flaca sería un poco lastimera, pero siempre se agradece ese anónimo que te anima apretar. Imagino que es un detalle más que hace grande el deporte.
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